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La Alianza Aragonesa contra la Pobreza somos un grupo de entidades que impulsa en Aragón la Campaña "Pobreza Cero", a propuesta de la Federación Aragonesa de Solidaridad. En España, esta campaña está sostenida por la Coordinadora de ONG de Desarrollo de España (CONGDE). Más información: Federación Aragonesa de Solidaridad – / 692 156732 E-mail: federacion@aragonsolidario.org

sábado, 29 de octubre de 2011

Todas aquellas cosas que nos sobran


Antes de la crisis los contenedores de las basuras solo eran frecuentados por los gatos. Para un felino callejero el aroma de los guisos enfriados y de las raspas de pescado eran un verdadero manjar. Hoy los humanos hemos aprendido de los gatos a encontrar comida envasada en los contenedores de los supermercados.
Eso a las empresas de distribución no les hace ninguna gracia. De ahí que la fecha de caducidad se vaya acortando. «De esa manera se intenta disuadir a los furtivos de los contenedores», me dice el encargado de un súper de la parte alta de la ciudad. Le advierto de mi escepticismo. No creo que una fecha acabe con el legítimo afán de llenar la nevera. El hombre insiste: «De lo que se trata es de no devaluar lo que vendemos en la tienda. ¿Cómo podría comprar con ilusión un cliente que ve que el mismo producto otros lo sacan directamente de la basura?» La solución la tiene muy clara: se trata de trinchar, desmenuzar y homogenizar todo aquello que sobre. «Ya vería usted cómo se les pasarían las ganas de hacerse con un yogur si va acompañado de un tomate en descomposición».

Hasta ahora la pobreza y la necesidad eran problemas individuales. Ahora la pobreza y la necesidad son elementos que alteran la buena marcha de la economía. Al sistema no le preocupa la devaluación del poder adquisitivo. Pero no puede tolerar la devaluación de las cosas destinadas a la venta. Cuando se habla de «los mercados» se quiere recordar la importancia de los índices de las bolsas y de las unidades monetarias, del oro y del petróleo. Pero hay otros mercados. Y esos se encuentran en el interior de los contenedores. Por la calle de Madrazo, a plena luz del día, una pareja de señoras con falda larga y timbre de voz de soprano de los Cárpatos se las tienen con un televisor. El electrodoméstico es grande. No es una pantalla plana sino un armazón que contiene un tubo catódico.
En medio de la acera las improvisadas operarias del desguace han conseguido en un momento separar el mueble de sus tripas, el cristal del plástico. Cuando ya todo está ordenado llega un coche desvencijado que se hace con el cargamento y con las chicas. Estamos ante la implacable evolución de las especies industriales. En muy pocas décadas hemos pasado de considerar que tirar el pan a la basura era pecado y, cuando el pan era duro, bastaba envolverlo y marcar una cruz antes de depositarlo en el cubo de los desperdicios. Hoy la obsolescencia programada está llenando los punts verds de teclados, pantallas y todo tipo de pequeños monumentos a la tecnología frágil. Un hombre con su hijo pequeño espera ante el punt verd para dar ejemplo e impresora. «Una impresora no alimenta, pero demuestra que la vida va cada vez más deprisa.
Ya no somos en las cosas. Somos simplemente aquello que hacemos». Con ese pensamiento filosófico casi me dispongo a dar al oratorio de la tecnología mi pequeño bolígrafo. El filósofo me aconseja que no me deshaga de él. «El progreso está en la punta de una pluma». Le digo que también vale la pena hacer excavaciones en el fondo de los contenedores. Ahí sabremos lo que algún día fuimos y lo que nos  falta para ser de nuevo. Me voy Via Augusta arriba con la sensación de ser el hombre reciclado. Hace frío y, una vez en casa, me pongo el abrigo que compré hace 10 años y que continúa como el primer día. Lo que nos sobra no es nada material. Basta con vivir con menos y soñar con más.


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